Descubrí que nuestro mundo no es redondo como lo pintan, ni siquiera llega a ser ovalado… es cúbico, con puntas tan afiladas que a pesar de la ilusión que da de ser un cubo, resulta siendo un rombo en tercera dimensión que no entendemos.
Y yo hoy me siento como si con mi corazón estuviera cincelando sus puntas, estuviera tratando de hacerlo redondo para quitarle esas puntas tan corto punzantes y peligrosas para los niños pequeños que sin recelo lo tomen de un solo. Cincelo y cincelo como si estuviera grabando un manifiesto en la piedra, es tan solo que el mejor utensilio para cincelar algo sería un elemento mucho más firme y hostil que lo que se busca cincelar. Tal vez por eso siento que fracaso, tal vez por eso siento que enfrento mi corazón a la punta más hostil del mundo sin objetivo alguno, sin embargo sin saber por qué, a veces después de mucho cincelar el mundo ya no me parece tan rígido o mejor descubro que esa punta afilada no es su firmeza sino su debilidad.
Descubro que el mundo es un rombo tridimensional con cavidades tan cóncavas que ni nos las podemos imaginar… descubro que cuando escuchamos una canción para sentirnos esperanzados, no es el mensaje de la canción lo que nos restaura después de aquella lucha casi perdida desde el principio, sino el nivel de conexión entre luchadores lo que nos calma un poco la fatiga. Más allá de no sentirnos solos es saber que no estamos luchando solos y que ese movimiento acompasado de todos luchando le da ritmo a nuestra propia existencia.