Drop it it's dead
Wheels won't turn they won't turn the birdy's head
Sad eyes sad eyes like sharpened daggers
You'll never walk only stagger
Sad eyes quite cryptic
Bye
Me siento como el tipo de aquel película que nunca ví al que le toca cortarse el brazo porque le queda debajo de una piedra en un derrumbe o algo así. En algún punto, el tipo habrá odiado a su brazo, lo habrá odiado por existir, por detenerlo, por causarle tanto dolor, por atarlo. En algún punto habrá deseado nacer manco, para un día no tener que terminar con esta extremidad inoportuna atascada bajo tal peso. Ésa misma rabia cegadora, el odio a la existencia de aquello que nos obliga a partirnos un tanto y a avanzar, habrá sido la fuerza para hacer el corte que en otras circunstancias hubiera requerido desmayos y desmayos de dolor.
Y está bien odiar, y está bien por un tiempo tener mucha rabia contenida, sentirse un hongo alucinógeno hirviendo en una olla de fogata, sentirse el olor inmundo del plástico mientras se quema burbujeando, está bien. Por hoy me aferro al odio y a la rabia. A reclamarle al brazo su existencia y a desearlo ya muerto, descompuesto, un pedazo de chatarra.